La Iglesia está en primera línea en todo el mundo para hacer frente a las consecuencias del coronavirus. Hay necesidades no solo de salud, sino también económicas y sociales proyectadas a corto y largo plazo. Mientras siguen siendo probados vacunas y tratamientos para erradicar el Covid-19, las previsiones del Fondo Monetario Internacional para 2020 hablan de una caída del 3% del producto interior bruto mundial. El declive sería peor que la «Gran Depresión» de los años 30. En este escenario, el Cardenal Peter Kodwo Appiah Turkson, Prefecto del Dicasterio para el Servicio del Desarrollo Humano Integral, subraya que “una crisis corre el riesgo de ser seguida por otra y luego por otras, en un proceso en el que nos veremos obligados a aprender lenta y dolorosamente a cuidar de nuestra Casa común, como el Papa Francisco enseña tan proféticamente en la encíclica Laudato si’”.
Su Eminencia, el Papa lo ha recibido en audiencia varias veces para discutir la emergencia del Coronavirus. ¿Qué preocupación le ha expresado?
El Papa expresó su preocupación por el momento actual, la crisis mundial generada por el Covid-19 y por los dramáticos escenarios en el horizonte. Nos dijo que no perdiéramos el tiempo, que nos pusiéramos a trabajar inmediatamente, porque somos el Dicasterio de referencia. Debemos actuar ahora. Y debemos pensar inmediatamente en lo que pasa después.
¿Cuál es el mandato confiado a su Dicasterio y cuál es su misión?
El Santo Padre nos ha confiado dos tareas principales. La primera se refiere al hoy: la necesidad de ofrecer con prontitud, con solicitud, con inmediatez la señal concreta del apoyo del Santo Padre y de la Iglesia. Debemos ofrecer nuestra contribución en este momento de emergencia. Se trata de poner en marcha acciones de apoyo a las iglesias locales para salvar vidas humanas, para ayudar a los más pobres. La segunda se refiere al después, al futuro, se trata del cambio. El Papa está convencido de que nos encontramos en un momento de cambio de época y reflexiona sobre lo que vendrá después de la emergencia, sobre las consecuencias económicas y sociales de la pandemia, sobre lo que tendremos que afrontar y, sobre todo, sobre cómo la Iglesia puede ofrecerse como punto de referencia seguro al mundo perdido ante un acontecimiento inesperado. Contribuir a la elaboración de un pensamiento sobre esto es nuestra segunda tarea. El Papa nos ha pedido concreción y creatividad, enfoque científico e imaginación, pensamiento universal y la capacidad de entender las exigencias locales.
¿Cómo están organizando esta actividad?
Hemos creado cinco grupos de trabajo que ya están operativos. Ya hemos tenido dos reuniones de trabajo con el Santo Padre. Hemos creado una unidad de dirección, de coordinación, para organizar las iniciativas que conciernen a la acción de hoy y las que conciernen a la preparación del mañana. El nuestro es un servicio en términos de acción y pensamiento. Necesitamos acciones concretas ahora, y las estamos haciendo. Y sirve mirar más allá de hoy, para trazar el curso de la difícil navegación que nos espera. Si no pensamos en el mañana nos encontraremos de nuevo sin preparación. Actuar hoy y pensar en el mañana no son una alternativa. No estamos ante un «aut aut» sino ante un «et et«. Nuestro equipo ya ha comenzado una colaboración con la Secretaría de Estado, el Dicasterio para las Comunicaciones, Caritas Internationalis, las Pontificias Academias para las Ciencias y para la Vida, la Limosnería Apostólica, la Congregación para la Evangelización de los Pueblos y la Farmacia Vaticana. Con nuestro equipo hemos creado un nuevo modo de colaboración entre los diversos dicasterios y oficinas de la Santa Sede. Una modalidad de task force. Una modalidad ágil que testimonia la unidad y la capacidad de reacción de la Iglesia.
¿Quiénes componen la Comisión dentro del Dicasterio y cuáles son sus áreas de intervención? ¿Están involucradas personalidades o estructuras fuera de la Santa Sede?
La Comisión está compuesta por cinco grupos de trabajo.
El primer grupo ya está trabajando en la emergencia. Trabaja con Caritas Internacional. Ha establecido mecanismos para escuchar a las iglesias locales para identificar las necesidades reales y ayudar en el desarrollo de respuestas eficaces y adecuadas. Ha pedido a los nuncios y a las conferencias episcopales que informen de los problemas sanitarios y humanitarios que requieren una acción inmediata. Se necesita una mirada amplia. No hay que olvidar a nadie: prisioneros, grupos vulnerables. Necesitamos compartir las buenas prácticas.
El segundo grupo tiene la tarea de vigilar la noche, como el centinela, para ver el amanecer. Y para ello necesitamos conectar las mejores inteligencias en las áreas de ecología, economía, salud, seguridad social. Necesitamos la concreción de la ciencia y necesitamos la profecía, la creatividad. Tenemos que ir más lejos. Este grupo trabajará en estrecha colaboración con la Pontificia Academia para la Vida, la Pontificia Academia de Ciencias y la Pontificia Academia de Ciencias Sociales.
El tercer grupo tiene la tarea de comunicar nuestro trabajo y de construir – a través de la comunicación – una nueva conciencia, de llamar a través de la comunicación a un compromiso renovado. Una sección del sitio web del Desarrollo Humano estará dedicada a la comunicación de nuestro equipo.
El cuarto grupo, coordinado por la Secretaría de Estado, se ocupará de todas las iniciativas posibles en lo que respecta a las relaciones con los Estados o multilaterales. Aquí también se necesita una acción concreta y una profecía.
El quinto grupo se encargará de encontrar los fondos necesarios de manera transparente, promoviendo una circularidad virtuosa de la riqueza.
Estamos dando los primeros pasos. Sabemos que hay mucho que hacer. Nos comprometeremos con toda la energía que podamos. También estamos involucrando a instituciones que tradicionalmente han colaborado -y aún lo hacen- con el Dicasterio, como la Universidad de Georgetown, la Universidad de Potsdam, la Universidad del Sacro Cuore de Milán, el World Resources Institute y muchas otras.
Toda la Iglesia está muy ocupada en esta emergencia: están las oficinas de Cáritas, las congregaciones religiosas, las comunidades, las organizaciones y movimientos católicos… Se ha movilizado toda la red de caridad y solidaridad del mundo eclesial. ¿Qué relación tendrán con estas realidades?
La red de la Iglesia en los países individuales es esencial. El trabajo que hace Cáritas es extraordinario. Todo lo que hagamos se hará en comunión entre nosotros en Roma y las iglesias locales. El equipo está al servicio del Papa y de las iglesias. Nuestra misión no es reemplazar la acción de las iglesias locales, sino ayudarlas y ser ayudadas por ellas. Los unos estamos al servicio de los otros. No entenderíamos el tiempo en que vivimos si no lo hiciéramos así. Pero es de esta manera sobre todo que se manifiesta la universalidad de la Iglesia.
¿Por qué es importante ya hoy en día pensar en las perspectivas de futuro?
Pensar en lo que viene después es importante para no estar desprevenidos. La crisis sanitaria ya ha desencadenado una crisis económica. Y si no se aborda la crisis económica inmediatamente, se corre el riesgo de causar una crisis social. Una crisis corre el riesgo de ser seguida por otra y luego por otras, en un proceso en el que nos veremos obligados a aprender lenta y dolorosamente a cuidar de nuestra Casa común, como el Papa Francisco enseña tan proféticamente en la encíclica Laudato si’.
Hay una necesidad de coraje, de profecía. El Papa lo dijo claro en su mensaje Urbi et Orbi. No es el momento de la indiferencia, el egoísmo, las divisiones; porque el mundo entero está sufriendo y debe encontrarse unido para hacer frente a la pandemia. En cambio, es hora de aflojar las sanciones internacionales que inhiben la posibilidad de que los países receptores presten un apoyo adecuado a sus ciudadanos. Es hora de permitir que todos los estados satisfagan las mayores necesidades del momento. Es hora de reducir, si no de perdonar, la carga de la deuda en los presupuestos de los Estados más pobres. Es hora de recurrir a soluciones innovadoras. Es hora de encontrar el coraje para unirse al llamado a un cese al fuego global e inmediato en todos los rincones del mundo. No es el momento de seguir fabricando y traficando con armas, gastando enormes cantidades de capital que deberían utilizarse para curar a la gente y salvar vidas.
¿Cómo está llamado el hombre de hoy a vivir esta prueba?
El hombre redescubre hoy toda su fragilidad. Redescubre, en primer lugar, que habitar la Tierra como una Casa común requiere mucho más: requiere solidaridad para acceder al bien de la creación como «bien común», y solidaridad para aplicar los frutos de la investigación y la tecnología para hacer nuestra «Casa» más saludable y habitable para todos. En esto el hombre redescubre a Dios, que ha confiado al hombre esta vocación de solidaridad. Redescubre cuán ligado está el destino de cada uno al de los demás. Redescubre el valor de las cosas que importan y la carencia de valor de tantas cosas que consideramos importantes. Como dijo el Papa el 27 de marzo: «La tormenta desenmascara nuestra vulnerabilidad y deja al descubierto esas falsas y superfluas seguridades con las que hemos construido nuestras agendas, nuestros proyectos, nuestros hábitos y prioridades”.
CCJ NOTICIAS