En Vatican News compartimos los datos proporcionados por el sacerdote fidei donum español Luis Miguel Modino, sobre el avance de Covid-19 en la Amazonía – donde ha día de hoy hay más de 315 mil contagiados – publicados en la página web de la REPAM.
Según datos recogidos por la Red Eclesial Panamazónica, que todos los lunes, miércoles y viernes, elabora un informe con los números oficiales, facilitados por las autoridades de cada uno de los nueve países, este 17 de junio ya son 315.349 contagiados, con un saldo de 11.580 fallecidos. Entre ellos se encuentran 8.733 casos confirmados y 696 fallecidos de 127 pueblos indígenas, lo que supone una amenaza cada vez mayor de un etnocidio, que puede suponer la desaparición de alguno de los aproximadamente 390 pueblos indígenas de la Panamazonía, a los que se unen casi 130 pueblos en aislamiento voluntario, que en verdad son los que más grave riesgo están corriendo.
Abandono y explotación
La región panamazónica tiene una población de unos 33 millones, de los que aproximadamente 3 millones son indígenas. Si se tratase de un país, estaríamos hablando del 5º con mayor número de contagios y el 9º en número de fallecidos. Todo eso en una región donde la logística se ve dificultada por una geografía que sólo hace posible el desplazamiento fluvial y aéreo en amplias áreas de la región. A esto se une el abandono en el campo sanitario al que tradicionalmente se ha visto sometida la Panamazonía, a donde los foráneos casi siempre han llegado solo para llevarse los recursos.
El número de casos se ha doblado en menos de tres semanas, pues el pasado 29 de mayo eran 155.592 los casos confirmados, con 7.449 fallecidos. A esto se une la gran subnotificación existente en los diferentes países y la falta de confirmación de las muertes como casos de Covid-19. Sirva como ejemplo lo sucedido en la provincia de Loreto, Perú, donde los datos de este martes, 16 de junio hablaban de 475 muertes confirmadas, que son las que aparecen en los informes de la REPAM, y 1.345 sospechosas, que oficialmente no son consideradas como muertes provocadas por el coronavirus, lo que agrava todavía más la situación, pues estaríamos hablando en total de 1.820 fallecidos. Junto con eso, la Dirección Regional de Salud, DIRESA-Loreto, ha estado más de 15 días sin emitir ningún comunicado con números oficiales.
Dolor e indignación
Como afirmaba esta misma semana Monseñor Edson Damian, obispo de São Gabriel da Cachoeira, uno de los municipios con mayor porcentaje de casos en todo Brasil, “en las aldeas hay muchos infectados, pero ellos tienen miedo de ir al hospital. Por eso, resisten hasta que pueden aguantar. Además de eso, no hacen pruebas en las aldeas”, lo que supone otra prueba más de la subnotificación presente en la región amazónica.
Haber superado los 315 mil contagiados oficialmente “es fuente de profundo dolor e indignación”, según Mauricio López, quien denuncia que “hay un subregistro evidente, y en algunos casos complicidad de las instancia en el gobierno para ocultar las cifras, que no son ni de cerca, el número real de contagiados”. Para el Secretario Ejecutivo de la REPAM, “esto produce una preocupación enorme, sobretodo en el caso de los pueblos originarios, que han sido discriminados historicamente, impactados por un situación de extractivismo voraz, que ha impactado sus territorios, sus culturas y evidentemente también su salud, y ahora golpeados con fuerza por la pandemia, donde no hay elementos de infraestructura, de higiene, ni de salud adecuados, que esto genera una grandísima preocupación”.
Mauricio López advierte que “no se ha alcanzado ni de cerca, aun con 315 mil casos registrados, el cenit de esta pandemia, y en los pueblos originarios es apenas ahora que estamos viviendo la fase más cruda del contagio comunitario y del aumento exponencial”. Ante esta situación, como ya ha denunciado la REPAM en diversas ocasiones, “aun así, los gobiernos son incapaces de establecer protocolos adecuados de respuesta, de movilizar los elementos necesarios, ni siquiera los mínimos, de bioseguridad y de infraestructura médica, para su atención”, algo que también ha sido anunciado repetidas veces, insiste el secretario ejecutivo de la REPAM, por los pueblos originarios, quienes denuncian que “estamos ante un verdadero etnocidio por omisión”.
Denuncia ante las graves situaciones
La realidad que se está viviendo en la Panamazonía demanda una reacción en opinión de Mauricio López, que dice creer que “no podemos permanecer callados y es necesario tomar postura y voz como Iglesia, aliarnos con los pueblos originarios, como ha establecido el propio camino sinodal, y denunciar esta situación”. Omitirse ante esta situación puede provocar que, “y sin ninguna exageración”, enfatiza el secretario ejecutivo de la REPAM, “estaremos viendo gran número de pueblos originarios que serán impactados, comunidades especialmente frágiles, diezmadas, y muchas de ellas incluso en peligro de desaparecer. Tenemos que elevar la voz ya”.
Eso es algo que la Iglesia católica y las organizaciones indígenas, desde el principio de la pandemia, no han dejado de hacer, reclamando a los diferentes gobiernos una mayor atención, denunciando las graves situaciones por las que pasan los pueblos amazónicos. En ese sentido, este 17 de junio, el Consejo Indigenista Misionero – CIMI, de Brasil, emitía una nueva nota en la que denunciaba la muerte de muchos líderes indígenas, “baluartes de la historia y cultura viva de sus pueblos”. Al mismo tiempo exigía un plano urgente de “acción gubernamental para contener el avance del coronavirus en los territorios indígenas, que contemple el combate a las invasiones y la estructura de equipos multidisciplinarios con profesionales, equipos y recursos para la debida asistencia a las comunidades indígenas que claman por socorro”.
Podemos decir que la ayuda de la Iglesia está resultando decisiva en la región, pues a la presión que está ejerciendo contra los diferentes gobiernos, se une la inestimable ayuda en géneros alimenticios y de higiene personal, equipos de protección, e inclusive plantas de oxígeno, algo que está salvando muchas vidas, especialmente en la Amazonía peruana, donde de no ser por el esfuerzo de la Iglesia católica, el número de fallecidos por falta de oxígeno se hubiese disparado todavía más.