Este lunes 10 de agosto la Iglesia celebra a San Lorenzo, diácono y mártir, una fiesta celebrada con especial devoción en Milán, donde se alza una de las basílicas más emblemáticas dedicadas a este santo romano.
La Basílica de San Lorenzo Mayor en Milán es una de las iglesias más antiguas de esta ciudad y de toda Italia. El edificio se construyó y modificó en varias ocasiones, aunque ha conservado la planta tardo-imperial de cuando se levantó entre los años 390 y 410.
Junto con las columnas situadas en el exterior del templo, la Basílica de San Lorenzo es considerada uno de los mayores complejos de época romana tardo-imperial de Milán.
Las dieciséis columnas, de más de 7 metros de altura en mármol de Musso-Olgiasca, se levantaron como un pórtico de acceso a la iglesia, aunque tras alguna de las reformas posteriores las dejaron exentas.
Debido a un bombardeo durante la Segunda Guerra Mundial en el año 1943, y a las vibraciones causadas por la circulación de vehículos, sobre todo del tranvía, fue necesario emprender, tras la guerra, un complejo proceso de restauración de las columnas.
Al acceder a la iglesia, lo primero que impresiona al visitante es la inmensa cúpula que cubre la nave central del templo.
Sin embargo, poco queda del edificio original paleocristiano. Sólo la capilla de San Aquilino y la capilla de San Hipólito. San Aquilino se convirtió en protector de los porteadores por haber sido, según la tradición, entre los que encontraron el cadáver de San Lorenzo y lo transportaron a su sepultura.
El primer documento que hace referencia a San Aquilino es de 1465 cuando se aprobó la confraternidad dedicada a él. En 1581 fue proclamado copatrón de Milán junto con San Carlos Borromeo.