La brutalidad del ataque perpetrado contra la parroquia de La Asunción el pasado 18 de octubre en Santiago de Chile, provocó la suspensión de un proyecto de restauración del templo que debía iniciarse el próximo 8 de noviembre.
Esta iglesia y la de San Francisco de Borja, ubicada a unas dos cuadras y utilizada para el oficio de Carabineros, fueron atacadas el 18 de octubre con violencia por una turba que participaba en las manifestaciones al cumplirse un año del estallido social en Chile.
En el caso de la iglesia de La Asunción, los vándalos forzaron los accesos para destruir la oficina parroquial, salas contiguas y el escaso mobiliario e imágenes religiosas que quedaban de los ataques anteriores, el más fuerte en noviembre de 2019.
Luego prendieron fuego, lo que destruyó el techo y las estructuras de madera.
En conversación con ACI Prensa, la directora nacional de Ayuda a la Iglesia que Sufre en Chile, Magdalena Lira, explicó que el proyecto de reparación nació luego del ataque cometido contra la parroquia el pasado 8 de noviembre de 2019.
A este proyecto se sumaron el Santuario María Auxiliadora en Talca y la iglesia San Francisco de Ancud, que también fueron atacadas en noviembre de 2019 y enero de 2020, respectivamente.
El proyecto que sería presentado el próximo 8 de noviembre, inicio del Mes de María en Chile, contemplaba mejoras en la seguridad exterior de la iglesia debido a su proximidad a la calle y cercanía con Plaza Italia, lugar donde se concentran manifestaciones de todo tipo.
Además, contemplaba el refuerzo de puertas y vitrales, la restauración y compra de mobiliario, la refacción de los muros internos y de pinturas e imágenes y la mejora del sistema eléctrico y de iluminación.
Durante estos meses, Ayuda a la Iglesia que Sufre (ACN por sus siglas en inglés) alentó la campaña hasta alcanzar un monto de unos 70 millones de pesos.
Además de manifestar su dolor por la situación, Lira explicó que en la situación actual primero se deben remover los escombros del lugar, que los expertos evalúen para descartar daño estructural y posibles intervenciones.
“Después de haber visto en terreno el estado de la iglesia, estamos hablando de cientos de millones de pesos”, aseguró.
Magdalena Lira, que conoce la realidad de estas comunidades, que forman parte de las 57 iglesias y capillas que han sido vandalizadas de alguna forma en Chile en el último año, alentó a tres acciones que pueden aplacar el dolor y apoyar a esta comunidad.
Lo primero es orar por la comunidad y su párroco P. Pedro Narbona porque “quedó todo destruido, no quedó nada”, “es un golpe para la comunidad, porque no solo ingresaron a destruir un templo, sino que la comunidad vio cómo quemaban en la calle su historia”.
“La iglesia recoge la historia de la comunidad, su vida sacramental, momentos de alegría, allí descansan el alma, se encuentran en comunidad con Dios y ver que eso es destruido no por una catástrofe natural o un desperfecto técnico, es un golpe feroz”, agregó Lira.
Lo segundo es preguntarnos “qué nos está pasando como sociedad” y “condenar de manera categórica la violencia”, pero “por ningún motivo caer en la revancha. Quemar las iglesias no va a solucionar los problemas legítimos de las personas”, aseguró.
Por último, entendiendo la difícil situación económica del país la directora nacional de ACN Chile invitó a que “cada uno pueda ayudar en forma concreta en la medida de sus posibilidades” en los proyectos de reconstrucción.
En ese sentido, Lira destacó las significativas donaciones de personas humildes como las de grupos y empresas.
La directora nacional de ACN Chile explicó que si bien hay una crisis institucional en el país que podría alentar estos actos violentos, “es fundamental ver el dolor que producen”.
En una “sociedad tan fracturada y lo importante que es trabajar para volver a encontrarnos, para que haya diálogo entre nosotros, para que aprendamos a tolerar y a respetar a los otros en sus diferencias, en su forma de pensar, en su forma de creer, tenemos que volver a sentirnos hermanos”.
Asimismo, sostuvo que “el ataque a las iglesias también afecta la práctica del derecho humano fundamental de la libertad religiosa. No podemos atentar ese derecho o limitarlo”.
“Esto nos tiene que remecer a todos porque la violencia no nos lleva a nada, sabemos donde empieza pero no donde termina”, sentenció Lira.