El Cardenal George Pell, injustamente encarcelado durante poco más de un año en Melbourne (Australia) acusado de abusos que no cometió, describió su paso por prisión como una especie de “retiro espiritual” en el que vivió un tiempo lleno de “gracia y don”.

Así lo indicó el ex prefecto de la Secretaría de Economía en el Vaticano en una conferencia de prensa llevada a cabo la semana pasada para conmemorar la publicación del primer volumen del “Diario de la prisión” el 9 de diciembre.

Durante sus 404 días en prisión, el Cardenal Pell dijo que mantuvo el diario como un “registro histórico de una época extraña”, y que esperaba que algún día se publicara como una ayuda para otros que atraviesan tiempos difíciles. 

Debido en parte a su fama y a la naturaleza de los delitos por los que había sido condenado, el Purpurado fue mantenido en confinamiento solitario durante 23 horas al día. 

“Sentí que mis reflexiones podrían ayudar a la gente, no solo a los que están en la cárcel, sino a las personas que atraviesan tiempos difíciles”, explicó el Cardenal Pell el 16 de diciembre. 

Mientras estuvo encarcelado, no pudo celebrar la Misa durante más de 400 días. Esta fue la primera vez en su medio siglo de sacerdocio en la que no pudo celebrar. El Cardenal Pell dijo que “no fue tan malo como podría haber sido” y que “tenía que dar lo mejor”.

A pesar de la privación, dijo: “Sabía que Dios estaba conmigo”. Aseguró que las autoridades de la prisión fueron “decentes” con él. “Siempre me permitieron tener mi breviario, desde la primera noche. Al final me dieron una Biblia cristiana”, explicó.

Dijo que “rezaba constantemente” y podía recibir la Comunión una vez por semana, y que veía regularmente “dos o tres” servicios evangélicos protestantes los domingos. 

“Critiqué sus sermones, pero de muchos de ellos saqué mucho provecho”, dijo, y agregó que el haber visto los cultos protestantes, que no tienen un calendario litúrgico, le hizo darse cuenta de “cuán maravilloso es el año litúrgico”. 

“Nos mantiene en movimiento, nos señala las últimas cosas, nos recuerda la encarnación y la redención. Es una forma de actuar muy básica, rudimentaria y hermosa que hemos tomado de los judíos, y somos inmensamente mejores”, aseguró. 

Si bien reconoce que “no hubiera elegido” pasar más de un año en prisión, considera la experiencia como “una gracia y un don”. “Dios escribe derecho con líneas torcidas”, afirmó. 

En la cárcel, el Cardenal Pell tuvo un cambio de ritmo en su estilo de vida con respecto a lo ajetreado que fue ser sacerdote y obispo, y dijo que veía “mucho deporte” en la televisión. Tuvo acceso a un gimnasio cuando era liberado por una hora del aislamiento.  

El Purpurado se refirió a las “muchas cosas buenas” que resultaron de su sentencia de prisión, incluidas cartas de apoyo de amigos, extraños e incluso compañeros de prisión. Dijo que algunos de los guardianes eran “bastante amigables” y que con frecuencia recibía artículos, libros y contenido “intelectualmente estimulante”.  

“Me impresionó la bondad de mucha gente”, dijo el Cardenal Pell, y destacó a la “monja maravillosa” que hizo “un trabajo maravilloso” como capellán de prisión. 

El día que se desestimó su condena, el Purpurado agradeció el apoyo que recibió de su vecino en prisión. 

“El tipo de la celda de al lado; está un poco loco, es un asesino en masa, pero la mañana que iba a buscar mi apelación, gritó y me deseó lo mejor”, recordó.

Prison Journal, Volume 1: the Cardinal Makes His Appeal, de George Cardinal Pell, fue  publicado por Ignatius Press y ya está disponible.

CCJ NOTICIAS

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