En la Audiencia General de este miércoles 5 de mayo, el Papa Francisco explicó que la gran llamada en el Evangelio consiste en “seguir a Jesús por el camino del amor” que es “el ápice y el centro de todo”.

Así lo dijo el Santo Padre al dedicar su catequesis semanal a la oración de contemplación, en la cual describió que no existe contraposición entre practicar la caridad y contemplar.

“Hay una única gran llamada, una gran llamada en el Evangelio, y es la de seguir a Jesús por el camino del amor. Este es el ápice y el centro de todo. En este sentido, caridad y contemplación son sinónimos, dicen lo mismo”, señaló el Papa.

Por ello, el Pontífice mencionó que San Juan de la Cruz “sostenía que un pequeño acto de amor puro es más útil a la Iglesia que todas las demás obras juntas”.

“Lo que nace de la oración y no de la presunción de nuestro yo, lo que es purificado por la humildad, incluso si es un acto de amor apartado y silencioso, es el milagro más grande que un cristiano pueda realizar. Y este es el camino de la oración de contemplación: yo lo miro, Él me mira. Y allí, en ese acto de amor, diálogo silencioso con Jesús, se hace mucho bien a la Iglesia”, añadió el Papa.

Sin embargo, el Santo Padre advirtió que quienes viven en las grandes ciudades corren el riesgo de perder la capacidad de contemplar y citó la primera carta pastoral que escribió en septiembre de 1980 Carlo María Martini cuando fue enviado como arzobispo a Milán. En el texto, “la dimensión contemplativa de la vida”, Martini escribió que “de hecho, quien vive en una gran ciudad, donde todo es artificial y funcional, corre el riesgo de perder la capacidad de contemplar. Contemplar no es en primer lugar una forma de hacer, sino una forma de ser”.

En esta línea, el Papa Francisco agregó que “ser contemplativos no depende de los ojos, sino del corazón. Y aquí entra en juego la oración, como hecho de fe y de amor, como ‘respiración’ de nuestra relación con Dios. La oración purifica el corazón, y con eso, aclara también la mirada, permitiendo acoger la realidad desde otro punto de vista”.

Ante esto, el Santo Padre subrayó la diferencia entre la oración contemplativa y “la dimensión contemplativa del ser humano” que es “un poco como la ‘sal’ de la vida: da sabor, da gusto a nuestros días” y añadió que “se puede contemplar mirando el sol saliendo por la mañana, o los árboles que visten de verde la primavera; se puede contemplar escuchando música o el canto de los pájaros, leyendo un libro, delante de una obra de arte o esa obra maestra que es el rostro humano…”.

En cambio, el Papa explicó que la oración de contemplación transforma el corazón porque “todo nace de ahí: de un corazón que se siente mirado con amor. Entonces la realidad es contemplada con ojos diferentes”.

Por ello, el Santo Padre citó al Catecismo de la Iglesia Católica que describe que “la oración contemplativa es mirada de fe, fijada en Jesús” y recordó el testimonio de un campesino al Santo Cura de Ars que decía: “Yo le miro y Él me mira” al referirse al momento cuando rezaba ante el Sagrario.

Asimismo, el Catecismo de la Iglesia Católica describe en el número 2715 que “la luz de la mirada de Jesús ilumina los ojos de nuestro corazón; nos enseña a ver todo a la luz de su verdad y de su compasión por todos los hombres”.

“¡Yo le miro, y Él me mira!”. Es así: en la contemplación amorosa, típica de la oración más íntima, no son necesarias muchas palabras: basta una mirada, basta con estar convencidos de que nuestra vida está rodeada de un amor grande y fiel del que nada nos podrá separar”, añadió el Papa.

En este sentido, el Santo Padre señaló que Jesús fue maestro de esta mirada porque “en su vida no han faltado nunca los tiempos, los espacios, los silencios, la comunión amorosa que permite a la existencia no ser devastada por las pruebas inevitables, sino de custodiar intacta la belleza” y agregó que “su secreto era la relación con el Padre celeste”.

De este modo, el Pontífice reflexionó en el pasaje del Evangelio de San Marcos que describe la Transfiguración y destacó que “los Evangelios colocan este episodio en el momento crítico de la misión de Jesús, cuando crecen entorno a Él la protesta y el rechazo. Incluso entre sus discípulos muchos no lo entienden y se van; uno de los doce alberga pensamientos de traición. Jesús empieza a hablar abiertamente de los sufrimientos y de la muerte que le esperan en Jerusalén”.

“En este contexto Jesús sube a lo alto del monte con Pedro, Santiago y Juan. Y se transfiguró delante de ellos, y sus vestidos se volvieron resplandecientes, muy blancos, tanto que ningún batanero en la tierra sería capaz de blanquearlos de ese modo”, citó el Papa.

El Santo Padre destacó que “en el momento en el que Jesús es incomprendido, precisamente cuando todo parece ofuscarse en un torbellino de malentendidos, es ahí que resplandece una luz divina. Es la luz del amor del Padre, que llena el corazón del Hijo y transfigura toda su Persona”.

Por último, el Pontífice advirtió que en el pasado algunos maestros de espiritualidad “han entendido la contemplación como opuesta a la acción, y han exaltado esas vocaciones que huyen del mundo y de sus problemas para dedicarse completamente a la oración” por lo que concluyó que “en realidad, en Jesucristo, en su persona y en el Evangelio, no hay contraposición entre contemplación y acción”.

“En el Evangelio, en Jesús, no hay contradicción. Puede que provenga de la influencia de algún filósofo neoplatónico, pero seguramente se trata de un dualismo que no pertenece al mensaje cristiano”, afirmó el Papa.

CCJ NOTICIAS.

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