«Somos hermanos en el dolor, en la enfermedad y en la muerte. Somos hermanos aún en nuestras propias miserias, somos hermanos aún en el miedo». En una nota publicada el 16 de abril el Consorcio de Médicos Católicos de Buenos Aires, habla de los miedos generados por el coronavirus.


¿Cuál es la salida del miedo que paraliza y enceguece? Una respuesta viene del Consorcio de médicos católicos de Buenos Aires, Argentina, y es «la gracia de nuestra Fe, la fortaleza de pertenecer a la Iglesia de Cristo y sus enseñanzas». En una nota firmada por la vicepresidenta del organismo, la Dra. Elena Rita Passo, se subraya que «nuestro temor radica en la negación de la propia fragilidad, la fragilidad humana y la enfermedad, el dolor y el sufrimiento son circunstancias que la evidencian aún más”. Pero los cristianos deben “dejarse habitar por Dios para cargar la propia cruz”, por este motivo “esta crisis es un reto y se sale victorioso con la convicción profunda que Dios nos ama y que en todo momento cuida de nuestra fragilidad”.

Los médicos católicos expresan entonces su gratitud a todos aquellos – médicos, enfermeros, personal de limpieza – que en la crisis actual se han mostrado dispuestos a cuidar de los enfermos, dando al miedo «una respuesta que los acerca a la santidad».

Al mismo tiempo, el Consorcio lanza un fuerte “yo acuso” contra algunas potencias mundiales que en la emergencia de salud han dado prioridad a la economía y al poder, “desvalorizando a la persona humana, y por ende sus derechos fundamentales”.

El acceso a un servicio de salud de calidad médica adecuada – se lee en la nota – está supeditado, en la mayor parte de los países, al poder adquisitivo individual. Es este “problema extremadamente serio que pone en riesgo a la humanidad”. También porque de este modo, se transfiere el miedo y la angustia que ocasiona la posibilidad del contagio “a un ‘culpable’ y ese otro en general es percibido como muy diferente”.

Se acusa “al médico, a los enfermeros, al personal del equipo de salud porque al cuidar pacientes me pueden contagiar», explican los médicos católicos. Se acusa “a ese vecino porque vino de otro lugar”, “al de otra etnia o al que viene de otra cultura y me puede contagiar”.

Todas estas acusaciones, en realidad, son el grito «de una sociedad, – ya de antes moralmente muy enferma – y que no teme eso sí, en discriminar al otro”. Pero “no hay peor esclavitud que estar sumido en el miedo, – pone en guardia el Consorcio – porque hace relucir en nosotros nuestra peor parte”. De ahí la exhortación final a confiarse a la fe y a liberarse del miedo, conscientes de que “la Verdad os hará libres».

CCJ NOTICIAS

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