Hoy se celebra por segunda vez el Día Internacional de Conmemoración y de las víctimas de actos de violencia basados en la religión o las creencias, establecido en 2019 por la Asamblea General de las Naciones Unidas. Entrevista con el Cardenal Presidente del Consejo Pontificio para el Diálogo Interreligioso.
Las religiones nunca incitan a la guerra y la violencia, nunca producen sentimientos de odio, y el nombre de Dios nunca puede ser usado para esto. Es el corazón del Documento sobre la Hermandad Humana para la Paz Mundial y la Convivencia Común, firmado el 4 de febrero de 2019 en Abu Dhabi por el Papa y el Imán de Al-Azhar, Al-Tayyib. Durante su pontificado, Francisco ha pedido repetidamente que se ponga fin a la instrumentalización de las religiones, y esto es precisamente lo que se pretende con el Día de hoy, establecido el 28 de mayo de 2019 por las Naciones Unidas. Con esta celebración, se reafirma el apoyo a las víctimas de actos de violencia basados en la religión o las creencias, que últimamente se hacen más frecuentes.
El cardenal Miguel Ángel Ayuso Guixot, presidente del Consejo Pontificio para el Diálogo Interreligioso explica a Vatican News en español, la importancia de esta conmemoración establecida por las Naciones Unidas.
R. – En primer lugar, quisiera expresar mi solidaridad y mi oración por todas las víctimas y sus familiares, que desgraciadamente son tantísimas, por todo el sufrimiento que este terror ciego ha traído al mundo y a nuestras sociedades en los últimos años. Que este día, convocado por las Naciones Unidas, sea realmente algo de importancia vital, dada la gravedad de lo que ocurre, a pesar de que estamos en el siglo XXI.
Su Eminencia, instrumentalizar la religión es la forma más utilizada para incitar a la violencia, el Papa Francisco nunca ha dejado de decir esto y este es un punto extremadamente importante es que también ha sido reiterado en el documento sobre la Hermandad Humana…
R. – De hecho, sabemos el mal que la instrumentalización de la religión para incitar a la violencia conlleva para la humanidad, es algo que seguimos condenando con tanta insistencia. Sin embargo, a pesar de los repetidos llamamientos y condenas hechos contra esta instrumentalización, es importante insistir para que se aplique el derecho internacional contra quienes cometen estos actos atroces y abominables. Por parte de los líderes religiosos, además, se debe trabajar con mayor intensidad para educar a cada comunidad religiosa en los valores inherentes a las diferentes tradiciones religiosas. Me complace que en nuestro mensaje de buenos deseos para el final del mes de Ramadán de este año, como Consejo Pontificio para el Diálogo Interreligioso, hayamos compartido con nuestros hermanos y hermanas musulmanes la importancia del respeto de los lugares de culto y hayamos mencionado lo que dice el documento para la Hermandad Humana a este respecto, a saber, que la protección de los lugares de culto es un deber garantizado por las religiones, los valores humanos, las leyes y las convenciones internacionales.
Da un inmenso dolor ver a las personas creyentes dirigiéndose a sus lugares de culto y que sean asesinadas. ¡Da profunda tristeza! Se trata de poder trabajar con los demás, a pesar de las diferencias, de construir la cohesión social.
¿Cree que las sociedades están haciendo lo suficiente para defender a sus ciudadanos de los ataques a su religión o creencia? ¿Cree que los líderes están desplegando todos los medios a su disposición para detener la persecución?
R. – Creo que sí, estoy convencido de que se está haciendo mucho por defender a sus ciudadanos. Sin embargo, también podría decir que todavía hay mucho que hacer y mucho que caminar. En mi opinión, lo que se debe proponer, en primer lugar, es continuar por el camino de la educación en los verdaderos valores de la religión, y esta es una responsabilidad de los líderes religiosos: cómo educar a los ciudadanos en los verdaderos valores para que una nueva generación de creyentes esté realmente, sólidamente, enraizada en los valores de su tradición religiosa. Entonces es necesario educar a la «ciudadanía para todos» para que, a través de esta ciudadanía para todos, se respeten las diferencias, al tiempo que se comprometen a la promoción de los derechos humanos en el respeto y la reciprocidad. Creo que siempre es necesario recordar a las autoridades civiles y religiosas, que cada miembro de nuestras sociedades debe ser protegido y valorado, para que juntos podamos construir la cohesión social para el bien común, para que podamos alejarnos del fantasma del exclusivismo de todo tipo, porque sólo a partir de la diferencia y el respeto podemos construir sociedades más seguras y protegidas.
Entonces, en su opinión, ¿debería hacerse más de lo que se está haciendo actualmente?
R. – Por supuesto, porque está en la experiencia humana aspirar a mejorar un poco todo, a hacer más, en cada ámbito de nuestra naturaleza humana. En este sentido, apreciamos enormemente los esfuerzos, los llamamientos, que el Papa Francisco nunca deja de dirigir a la comunidad internacional, para que ésta recorra el camino de la inclusión, el diálogo e incluso la ternura, que está radicalmente en desacuerdo con quienes promueven la violencia y el terror. Por eso creo que es importante que trabajemos en esta dirección. Esta Jornada Internacional es un signo concreto de cómo la comunidad internacional está trabajando para alentar, a través de la memoria, a hacer cada vez más por la coexistencia común y la paz mundial, de ahí la necesidad de caminar juntos por el camino de la unidad, la solidaridad y la fraternidad, para reavivar los verdaderos valores espirituales, para aliviar el sufrimiento de esta humanidad herida en la que vivimos hoy.
Hacer un llamado para promover el espíritu del documento sobre La Hermandad Humana para una convivencia común y para la paz mundial. Hay que caminar juntos el camino de la solidaridad, de la fraternidad para hacer renacer los verdaderos valores espirituales para paliar estos sufrimientos de esta humanidad herida.
Señor Cardenal, unas palabras para aquellos que trabajan por la defensa de la vida, del diálogo…
R. – Diría, animarlos e invitarlos a trabajar a nivel de educación, del diálogo en la vida cotidiana, de acercarse y acompañarse de las personas de distintas confesiones religiosas y junto con las personas de buena voluntad para que en este período oscuro en el cual vive sumergida la humanidad a causa del Covid-19, que podamos sentir este valor de compartir una única humanidad, donde se rechace todo tipo de violencia y para que en este escenario una nueva generación pueda crecer en el espíritu de la fraternidad humana, que presupone permanecer fuertemente enraizados en la propia identidad, pero al mismo tiempo, aventurándonos para conocer al otro, para que con la sinceridad de nuestras intenciones, sepamos colaborar a construir un mundo nuevo que sea más pacífico, que sea más solidario. ¡Que sea más fraterno!