Al celebrar la Eucaristía del segundo Domingo de Adviento, en la Basílica Catedral de la capital peruana, Monseñor Carlos Castillo recordó que como hermanos “debemos respetar los derechos de los demás y ver el límite de nuestra libertad”.
«En este segundo domingo resuena en nosotros nuevamente la palabra ‘esperanza’ porque el Señor anuncia su presencia inclusive cuando no se nota demasiado. Sin embargo, está presente y está viniendo”, aseguró el arzobispo de Lima, monseñor Carlos Castillo, iniciando su homilía en la misa del segundo domingo de Adviento. Remitiéndose a las palabras del apóstol san Pedro, el prelado subrayó que “el Señor no tarda en cumplir su promesa”, sino que sitúa la esperanza en diversas situaciones, anunciando su presencia y su llegada en medio de las realidades complejas:
En la época de Jesús y Juan Bautista, Israel estaba en una situación dramática, porque tenían que caminar en la sinuosidad de la historia y en sus problemas. Hoy también nos encontramos en una situación honda de contrariedades y de dificultades, y todos los peruanos tenemos que tratar de encontrar soluciones justas a través de un camino de conversión personal y social
Además, recordó que para preparar ese camino, lo primero que nos dice el Señor es que debemos reconocer la parte de pecado que tenemos:
Reconocer el pecado es reconocer que no somos dioses, tenemos nuestros límites. Dios es único, grande, amoroso y Padre del bien, de la paz y de la justicia. Por eso, nuestros intereses necesitan modificarse para ceder mutuamente, especialmente cuando hay un amplio sufrimiento.
Refiriéndose también a la precaria condición en la que viven muchos campesinos del Perú, el arzobispo de Lima hizo un llamado a superar las “contradicciones coloniales” porque, aseguró, “los grandes cambios vienen si los seres humanos cambiamos y ampliamos nuestra capacidad de ir a lo profundo de las cosas. Todos tenemos la moral inscrita en nuestro ser porque somos hechos para amar, y siempre debemos tener en cuenta al otro para poder desarrollar nuestra vida”.LEA TAMBIÉN07/12/2020
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En ese sentido, Monseñor Castillo saludó la buena voluntad de Monseñor Héctor Vera y Monseñor Pedro Barreto para participar en la mesa de diálogo que mantuvieron representantes del Ejecutivo con un grupo de trabajadores de empresas agroexportadoras en la región Ica.
La fuerza del Espíritu de Dios para lograr la justicia
Continuando con su homilía, el Primado del Perú se basó en el Evangelio de Marcos para explicar que Juan Bautista se presenta como una persona discreta y sencilla que no alardea de nada, sino que reconoce el límite humano. “Es un modelo de ser humano ético verdadero”, dijo. “Pero él mismo dice que eso no es suficiente y anuncia un bautismo en el Espíritu de alguien más fuerte que él”. ¿De qué está hablando? De esa fuerza inagotable que nos da el Espíritu de Dios para guiarnos en el camino:
Los peruanos tenemos esa fuerza y esa delicadeza en todos los niveles, pero necesitamos que llegue también a las estructuras económicas, sociales y políticas, a la forma de tratarnos. La fuerza que nos da la fe no es para dominar el mundo, sino para suscitar la capacidad de entendernos y de ceder ante la necesidad de justicia que nuestro pueblo clama.
Estamos llamados a “dejarnos enamorar por el espíritu, para que se produzca este beso amoroso entre la justicia y la paz que nos recuerda hoy el Salmo 84 – aseveró monseñor Castillo, dirigiendo, finalmente, una invitación:
“Dejémonos inundar por la fuerza inagotable del Espíritu de Dios para hacer lo correcto y lo adecuado”