“Humanismo clariano: El ser ‘pensado, creado y santificado’ como itinerario de un humanismo integral”, es el título de la reflexión sobre el humanismo en la vida y los escritos de Santa Clara de Asís realizada por Fray Daniel Ramos, OFM, párroco de la Parroquia de la Santa Cruz de Tívoli, Italia.
“El humanismo que podemos extraer de la vida y santidad de Clara de Asís es un humanismo de amor y devoción profundo a la vida y su defensa. A su promoción y actitud de agradecimiento”, lo afirma Fray Daniel Ramos, OFM, párroco de la Parroquia de la Santa Cruz de Tívoli, Italia, en la siguiente reflexión que comparte con Vatican News fruto de la serie de encuentros virtuales que se desarrollaron durante la cuarentena de los meses pasados y que tuvieron con tema central la figura, los escritos y el legado de Santa Clara de Asís.
Pensado, “creado” y “santificado”
Existe dentro de la narración de la Leyenda de Santa Clara, escrita por Tomás de Celano, justo en la narración del momento en el que nuestra santa está dejando este mundo para ir a gozar del Reino de Dios[1], la enunciación de las palabras que han llegado a ser el slogan más conocido de la espiritualidad clariana. Con dichas palabras hechas todas una frase nos hemos familiarizado con la figura de Santa Clara de Asís y la forma de vida de nuestras hermanas clarisas, quienes en no pocos lugares de sus monasterios gustan de poner decorosamente dichas palabras, que sabemos por fe franciscana fueron dichas por ella misma:
“Ve segura -le dice-, porque llevas buena escolta para el viaje. Ve -añade-, porque aquel que te creó te santificó; y, guardándote siempre, como la madre al hijo, te ha amado con amor tierno. Tú, Señor -prosigue-, seas bendito porque me creaste.”[2]
Las frases –sin duda- más conocidas de santa Clara, son estas colocadas en sus labios por su biógrafo oficial. La narración que las contiene detalla con precisión que la santa hablaba a su alma para animarla a dar el paso inminente de “iniciar el viaje” de este mundo al otro, mientras era escuchada por las hermanas que la asistían en los últimos momentos de su vida.
El párrafo señalado nos muestra ciertamente una síntesis de su espiritualidad y mística, que Celano quiso sintetizar en una frase emblemática que quedara grabada con letras de oro en la memoria de los devotos como las últimas palabras dichas por la santa en este mundo. Este era un elemento estilístico muy común en la literatura de la época, como podemos recordar el famoso: “Comencemos hermanos, porque hasta hoy poco o nada hemos hecho” (1Cel 103)[3] del seráfico padre san Francisco a sus frailes. Así también otros santos más de la época.
Ingresar a la gloria mediante la propia realidad humana
El itinerario sintético con el que Clara traza su camino vital es, en esta narración, un cantico de gozo que da la bienvenida a sorella morte (hermana muerte) con la entrega de aquello vivido como “vestido de fiesta” (Mt 22, 1-14) para ingresar al banquete eterno. La oración: “Porque aquel que te creó te santificó” es la consolación de la certeza de ingresar a la gloria mediante la propia realidad humana vivida en integridad. Es el resumen de una vida construida por la gracia acompañante de Dios, y guiada por la obediencia a los impulsos del Espíritu Santo; que iluminan para ejercer la caridad y revelan los errores cometidos contra esta. Afirmar ser creado y santificado por la obra de un mismo autor, es el homenaje más sincero de reconocimiento de la criatura por su Creador.
Los escritos propios de santa Clara revelan –a mi ver- una verdad implícita que, si bien es cierto la tradición franciscana a adherido a dicha frase clariana, debemos reconocer que no viene incluida en la estructura redaccional original. Me refiero al ser “pensado”, antes de ser creado y santificado.
Sin embargo, la importancia de esta acción divina, de la cual no dudamos ni el mínimo, Clara la establece a lo largo de su obra escrita. Es Dios quien piensa a cada uno de nosotros antes de crearlo, antes de darle una identidad en el mundo. Él ya conoce sus características y sabe sus caminos. Es el Creador el que posee ya en su mente la idea completa de aquello y aquellos que crea. Una idea marcadamente en la línea platónica y seguida por nuestra fe cristiana.
Rescato tres momentos extraídos de las palabras mismas de la madre santa Clara (obviamente los hay aún más) que pueden ayudarnos a sustentar esta afirmación:
1. El primero. Dice en la Regla: “Si alguna por inspiración divina viniera a nosotras queriendo tomar esta vida…”[4] “Inspiración divina” es una iniciativa ajena a aquella que pretende llevar su forma de vida. Le viene del exterior. Es una voluntad superior que mueve el corazón para la búsqueda de algo superior. Esta inspiración es ya la operatividad de un proyecto fijado con anticipación que espera en el tiempo para ser llevado a cabo. Es una pre-existencia que supone la existencia de una identidad en el pensamiento de Dios. “Te elegí desde el seno materno” (Jer 1, 5) le fue dicho al profeta Jeremías.
2. El segundo es aquello descrito por Clara en su Testamento, donde orgullosa y agradecida, deja perpetuado a través de sus letras cómo el padre san Francisco las pensó, y a todas las hermanas, antes que incluso se hubieran sentido llamadas a la vida religiosa. Dice: “Pues el mismo Santo, cuando aún no tenía hermanos ni compañeros (…), profetizó de nosotras, por efecto de una gran alegría e iluminación del Espíritu Santo, lo que después el Señor cumplió.”[5] Clara ve en el seráfico padre una manifestación de su ser pensada por Dios.
3. El tercero recae sobre ella misma. Clara prevé jurídicamente los auxilios espirituales para las hermanas que está dejando al irse de este mundo. Su sentido providencial va más allá de lo conocido. Pide: “Recomiendo todas mis hermanas, las que están y las que han de venir, a la santa madre Iglesia Romana, al sumo Pontífice y, de manera especial, al señor cardenal que fuere designado para la Religión de los Hermanos Menores y para nosotras.”[6]. Sabe que es necesario advertir y dejar por escrita dicha voluntad en un documento de peso jurídico que trascendiera a través del tiempo. Clara, como madre y hermana hace suya la experiencia de haber sido pensada como hija (por Dios) y hermana (por Francisco) y piensa en sus futuras seguidoras de las que aún no conoce.
Entonces, bajo esta perspectiva podemos incluir previamente a la acción del crear y santificar, la del pensar. Y con certeza filosófica, teológica y clariana decir solemnemente que Dios, nos ha pensado, creado y santificado; y agradecerlo.
De este itinerario de la acción divina brota ciertamente todo un camino vital y ascético en la espiritualidad clariana. Es sin duda, uno de los leitmotiv de la fascinación del carisma de la santa de Asís y de su trascendencia geográfica y temporal. Me interesa hoy tomarlo, pero desde otra perspectiva: como humanismo.
El humanismo
Digamos tratando de definir que el humanismo es en sentido amplio, la valoración del ser humano y la condición humana. Dicha actitud promueve todo aquello que acreciente la dignidad de esta condición y la haga resplandecer. El humanismo comenzó siendo un movimiento filosófico, intelectual y cultural con orígenes en Europa en el siglo XIV. De esta corriente de pensamiento, surgen no pocos movimientos que sustentan otros más siempre en defensa de la dignidad humana y contra la opresión a los más indefensos.
Si queremos encaminar un apostura válidamente humanista con nuestra fe, debemos partir de la idea que el verdadero humanismo cristiano, debe incluir como punto de partida, reflexión y objetivo, el elemento fundamental de Dios.
Entonces el humanismo cristiano supone a Dios y su acción. El humanismo clariano lo hace protagonista de toda la vida y más allá de sus límites, pues si ya hemos dicho que el ser pensado es el inicio de nuestra existencia, Clara quiso dejar a sus hijas y seguidoras la bendición de Dios en el momento de su muerte y después de este, en sus posibilidades y más allá de ellas (BenCla 11)[7].
Humanismo clariano
El humanismo que podemos extraer de la vida y santidad de Clara de Asís es un humanismo de amor y devoción profundo a la vida y su defensa. A su promoción y actitud de agradecimiento.
Ser pensado: es saberte existente en un proyecto superior que va más allá de los límites de tu propia conciencia histórica. De tu propio pensarte como ser en el mundo y como persona e esta vida. Es una superación a las posturas modernas cartesianas[8] e idealistas[9] que sustentan el inicio y sentido de la existencia en la conciencia personal y la certeza del pensar. Ser ya en el pensamiento de Dios y con un proyecto trazado de manera personal, es en santa Clara, la certeza de saberse elegido y capaz de llevar a buen término dicho proyecto
Ser creado: es la base de la dignidad humana. Es ser conscientes de ser “imagen y semejanza” (Gn 1, 26) del Creador. Es respeto y defensa de la propia vida y de la vida en general por esa participación que se posee con lo divino: “Ésta es la perfección por la que el mismo Rey te asociará a sí en el tálamo celestial” (CtaCla2 5).
Ser santificado: es el vivir en la certeza de ser guiados por su providencia iluminadora y misericordiosa. Es poseer un notable sentido de gratitud por el don de la vocación a la vida, a la fe, a la perfección. Pues el don más de agradecerse es precisamente ese, el de la vocación (TestCl 2).
[1] Cfr. De Celano, Tomás, Leyenda de Santa Clara, 44-46.
[2] De Celano, Tomás, Leyenda de Santa Clara, 46.
[3] Se refiere a la biografía oficial de San Francisco escrita por Tomás de Celano titulada “Vida Primera”.
[4] Regla de Santa Clara, Cap. III, 1.
[5] Testamento de Santa Clara, 9-11.
[6] Testamento de Santa Clara, 44.
[7] Bendición de Santa Clara
[8] Del filósofo francés René Descartes (1596-1650) famoso por su “Cogito ergo sum” (pienso luego existo)
[9] Se refiere a los filósofos alemanes: Kant, Hegel, Fichte (y otros más) que han colocado a la base del existir la capacidad del pensar y ordenar el mundo mediante la razón.}