Dos sacerdotes ofrecen una reflexión respecto a la lección del mártir San Lorenzo sobre el humor en la vida cristiana. La Iglesia celebra a este diácono el 10 de agosto,
San Lorenzo vivió en Roma entre los años 225 y 258. El emperador lo mandó quemar vivo en una parrilla gigante por no presentarle los tesoros de la Iglesia que esperaba.
En vez de bienes, el diácono le llevó lo que él consideraba los veraderos tesoros: leprosos, mendigos, huérfanos, personas con discapacidad y pobres, a quienes ayudaba siempre.
Según la tradición, luego de ser condenado y después de un rato de estar quemándose en la parrilla, San Lorenzo dijo: “Ya estoy asado por un lado. Ahora que me vuelvan hacia el otro lado para quedar asado por completo”. Y así lo hicieron.
El P. Pablo Pich-Aguilera, sacerdote español que sirve en Barcelona, resaltó que “solamente un cristiano puede tener un humor de muerte”.
San Lorenzo “iba haciendo bromas, pues siempre había corrido por su sangre ese humus humoroso, el vino del Evangelio que alegra los corazones incluso en los momentos más terribles”, dijo el presbítero