El Papa Francisco pidió al pueblo europeo que vuelva a tomar impulso y que deje de mirar a su pasado con nostalgia porque el mundo de hoy, golpeado por la pandemia de coronavirus, necesita de los ideales que Europa forjó durante siglos.
“En este momento, quisiera decirle a Europa: Tú, que has sido una fragua de ideales durante siglos y ahora parece que pierdes tu impulso, no te detengas a mirar tu pasado como un álbum de recuerdos”, resaltó el Pontífice.
De forma más específica, Francisco aclaró que “en el mundo actual, no se trata de recuperar una hegemonía política o una centralidad geográfica, ni se trata de elaborar soluciones innovadoras a los problemas económicos y sociales. La originalidad europea está sobre todo en su concepción del hombre y de la realidad; en su capacidad de iniciativa y en su solidaridad dinámica”.
El Papa envío este mensaje por medio de una carta dirigida este martes 27 de octubre al Secretario de Estado del Vaticano, Cardenal Pietro Parolin, con motivo del 40 aniversario de la Comisión de los Episcopados de la Unión Europea (COMECE), del 50 aniversario de las relaciones diplomáticas entre la Santa Sede y la Unión Europea, y del 50 aniversario de la presencia de la Santa Sede como Observador Permanente del Consejo de Europa.
El Santo Padre puso en valor el gran pasado de Europa como forjadora de ideales, e invitó a los europeos a no tener miedo de su historia milenaria, pero también los invitó a usar esa historia como “una ventana abierta al futuro y no al pasado”.
“Con el tiempo, aun las memorias más hermosas se desvanecen y acaban siendo olvidadas. Tarde o temprano nos damos cuenta de que los contornos del propio rostro se esfuman, nos encontramos cansados y agobiados de vivir el tiempo presente, y con poca esperanza de mirar al futuro”.
Por ello, “sin una noble motivación nos descubrimos frágiles y divididos, y más inclinados a lamentarnos y a dejarnos atraer por quien hace de las quejas y de la división un estilo de vida personal, social y político. Europa, ¡vuelve a encontrarte! Vuelve a descubrir tus ideales, que tienen raíces profundas”.
El Papa pidió a Europa: “¡Sé tú misma! No tengas miedo de tu historia milenaria, que es una ventana abierta al futuro más que al pasado. No tengas miedo de tu anhelo de verdad, que desde la antigua Grecia abrazó la tierra, sacando a la luz los interrogantes más profundos de todo ser humano; de tu sed de justicia, que se desarrolló con el derecho romano y, con el paso del tiempo, se convirtió en respeto por todo ser humano y por sus derechos; de tu deseo de eternidad, enriquecido por el encuentro con la tradición judeo-cristiana, que se refleja en tu patrimonio de fe, de arte y de cultura”.
Esta carta se produce en la víspera del viaje inicialmente programado del 28 al 30 de octubre del Cardenal Parolin a Bruselas y cancelada debido a la emergencia sanitaria del COVID 19. En su lugar, se espera que el encuentro con las autoridades de la Unión Europea pueda producirse por video llamada.
En su carta, el Pontífice expone algunas reflexiones “sobre el futuro de este continente, que me es particularmente querido, no sólo por los orígenes familiares, sino también por el rol central que este ha tenido y pienso que todavía debe tener, si bien con tonos diversos, en la historia de la humanidad”.
Ese rol, en opinión del Papa, “se vuelve todavía más relevante en el contexto de pandemia que estamos atravesando”, y recordó que “el proyecto europeo surge como voluntad de poner fin a las divisiones del pasado”.
La experiencia de las décadas de integración europea muestra que la pandemia obliga a una elección entre dos modelos para superarla: “o se sigue el camino tomado en el último decenio, alentado por la tentación de la autonomía, enfrentando crecientes incomprensiones, contraposiciones y conflictos; o bien se redescubre ese camino de la fraternidad, que sin duda fue el que inspiró y animó a los Padres fundadores de la Europa moderna, a partir justamente de Robert Schuman”.
“En las noticias europeas de los últimos meses, la pandemia puso en evidencia todo esto: la tentación de ir cada uno por su cuenta, buscando soluciones unilaterales a un problema que trasciende los límites de los Estados, pero también, gracias al gran espíritu de mediación que caracteriza a las Instituciones europeas, el deseo de recorrer con convicción el camino de la fraternidad que es además camino de la solidaridad, poniendo en marcha la creatividad y nuevas iniciativas”.
Sin embargo, “es necesario consolidar las medidas adoptadas para evitar que los empujes centrífugos recobren fuerza”, insistió.
El Papa recordó al pueblo europeo y a sus mandatarios que muchas personas, fuera del viejo continente, miran a Europa con esperanza, “convencidos de que todavía tiene algo que ofrecer al mundo y a la humanidad”.
El Santo Padre reveló que sueña con una Europa “amiga de la persona y de las personas. Una tierra donde sea respetada la dignidad de todos, donde la persona sea un valor en sí y no el objeto de un cálculo económico o una mercancía”.
“Una tierra que cuide la vida en todas sus etapas, desde que surge invisible en el seno materno hasta su fin natural, porque ningún ser humano es dueño de la vida, sea propia o ajena. Una tierra que favorezca el trabajo como medio privilegiado para el crecimiento personal y para la edificación del bien común, creando fuentes de empleo especialmente para los más jóvenes”.
El Papa continuó: “Sueño una Europa que sea una familia y una comunidad. Un lugar que sepa valorar las peculiaridades de todas las personas y los pueblos, sin olvidar que estos están unidos por responsabilidades comunes”.
“Sueño una Europa solidaria y generosa. Un lugar acogedor y hospitalario, donde la caridad, que es la mayor virtud cristiana, venza toda forma de indiferencia y egoísmo”.
“Sueño una Europa sanamente laica, donde Dios y el César sean distintos, pero no contrapuestos. Una tierra abierta a la trascendencia, donde el que es creyente sea libre de profesar públicamente la fe y de proponer el propio punto de vista en la sociedad”.
En ese sentido, aseguró que “han terminado los tiempos de los confesionalismos, pero, se espera, también el de un cierto laicismo que cierra las puertas a los demás y sobre todo a Dios, porque es evidente que una cultura o un sistema político que no respete la apertura a la trascendencia, no respeta adecuadamente a la persona humana”.
Por último, recordó a los cristianos europeos que “tienen hoy una gran responsabilidad: como la levadura en la masa, están llamados a despertar la conciencia de Europa, para animar procesos que generen nuevos dinamismos en la sociedad. Los exhorto, pues, a comprometerse con valentía y determinación a ofrecer su colaboración en cada ámbito donde viven y trabajan”.