Fray Cristóbal de Morales, Provisor del Obispado español en Guatemala, le pidió al escultor Quirio Cataño realizar una escultura de un crucifijo de una vara y media de algo, perfecto y acabado para que fuera adorado por los «indios chortíes de Esquipulas».

El escultor se puso manos a la obra y, al finalizar, entregó la extraña pieza: un cristo de color negro. La petición se realizó el 20 de agosto de 1595, pero no fue hasta 1685 que se descubrió el contrato. Desde entonces, por casi un siglo, el Cristo de Esquipulas fue rodeado por mitos y leyendas.

Todos querían descifrar el profundo color de la piel de Cristo y, por ello, se dice que su tonalidad se debe a que estuvo encerrado en minas, en cuevas o algún lugar carente de luz que oscureció el barniz de la obra. En 1723, la noticia histórica continuó corriendo y se publicaban teorías que aseguraban que su color era una representación de la muerte.

La iglesia trató de explicar que la imagen estaba ennegrecida por la constate exposición al humo de miles de velas, candelas y veladoras que ofrecían los peregrinos durante la adoración. Los frailes estaban preocupados porque esto fuera a resultar un inconveniente para la población indígena. 

Pero, resultó que la imagen era tan impactante que tanto la población maya como ladina sintió apego y relación, que fue más fácil simpatizar con la figura. Los arqueólogos Samuel Lorhrop y Stephan Borhegyi dedujeron que «[El Cristo Negro] es un hibridismo de una deidad prehispánica relacionada con el color negro que se hubiera venerado en la antigua Copán», pero solo quedó como una teoría.

La relación entre Copán es que se trató de un lugar sagrado indígena en el que se veneraba a los dioses realizando ofrendas. Los nativos más fieles rendían culto al Dios Cristiano dado su parecido con las tradiciones indígenas del grupo Chortí.

Según los escritos de Borhegyi, «[…] es una manifestación precolombina que manifiesta la creencia el poder curativo de la tierra —geofagia—, que en Esquipulas está asociado al culto, y en el sagrado simbolismo del negro». Al llegar la etapa colonial, se extendió en América el poder curativo del Cristo Negro.

A raíz de esta fama, aparecieron otras imágenes de Cristos que estaban formados bajo sus propios ámbitos y creencias según la población al que pertenecieran. Tal es el caso de los Cristos de Tila y Otitlán, ubicados en Chiapas.

CCJ NOTICIAS.

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