Santa María de la Rosa fue una religiosa italiana, fundadora de la Congregación de las Siervas de la Caridad.
Nació en Brescia (Italia) en 1813 y su nombre fue Paola Di Rossa. Posteriormente, al hacerse religiosa, tomaría el nombre de María Crucificada Di Rosa (María Crucificada de la Rosa).
Al cumplir los 17 años, María de la Rosa consagró su vida a Dios a través del servicio a los más necesitados. Sus padres poseían una finca, y ella, animada por su fe y amor al prójimo, organizó a las campesinas de los alrededores con el propósito de generar vínculos de apoyo y ayuda solidaria entre familias. Sobre la base de este grupo de mujeres, formaría una asociación religiosa en la que sus integrantes pudiesen profundizar y enriquecer su fe católica. Mientras tanto, en su parroquia, organizaba retiros espirituales y obras de misión en las partes alejadas de Brescia, poniendo su atención de manera especial en las mujeres que se encontraban abandonadas.
En 1836, la ciudad de Brescia sufrió el embate de la peste del cólera. Mucha gente murió aquel año y fueron muchísimos los niños que quedaron huérfanos. Entonces el municipio organizó unos talleres en los que los niños pudieran estudiar y, al mismo tiempo, aprender algún oficio para facilitar su sustento. La autoridad municipal le encargó a María de la Rosa el cuidado de las niñas, nombrándola directora de los talleres. Ella tenía solo 24 años pero, a pesar de su juventud, gozaba de la estima y la confianza de los habitantes de Brescia para lograr dicho propósito.
María de la Rosa desempeñó ese cargo con gran dedicación durante dos años, hasta que pensó que sería más conveniente brindar una formación integral a la infancia. Entonces, por cuenta propia, abrió un internado para niñas en estado de abandono -fundamentalmente huérfanas y niñas muy pobres-. Esta institución crecería y se convertiría en un sólido centro de formación y educación católica.
María, fortalecida por la gracia de Dios y animada por el Espíritu Santo, no tardaría mucho en dar el siguiente paso: abrir otro instituto, esta vez, para niñas sordomudas.
En 1840, Santa María de la Rosa se embarcaría, quizás, en el proyecto más importante de su vida, la fundación de una comunidad religiosa femenina dedicada a la atención de los enfermos en los hospitales, más tarde conocidas como las Doncellas de la Caridad. Al principio sólo eran cuatro jóvenes, pero tres meses después de iniciado el trabajo aumentaron a 32. Por unanimidad María de la Rosa fue nombrada la primera superiora de la naciente comunidad.
La etapa final de la vida de María Crucificada de la Rosa estuvo dedicada a fortalecer a su orden y obtener el reconocimiento eclesiástico necesario. En 1850, la Santa Sede, por voluntad expresa del Papa Pío IX, otorgó la aprobación de su congregación. Unos años más tarde, Santa María de la Rosa moriría en olor de santidad, el 15 de diciembre de 1855.
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