Hoy 13 de julio la Iglesia celebra a Santa Teresa de los Andes, quien con solo 20 años se convirtió en la primera chilena y carmelita americana en llegar a los altares.
Juanita Fernández Solar nació en Santiago de Chile el 13 de julio de 1900, en el seno de una familia cristiana y de buena situación económica. Desde los seis años asistía con su mamá a Misa diaria y recibió la Primera Comunión el 11 de septiembre de 1910.
Desde ese primer encuentro con Jesús Eucaristía, Juanita se propuso comulgar todos los días para pasar largo rato con Dios. También desde su niñez sembró una profunda devoción a la Virgen María.
Estudió en el colegio del Sagrado Corazón y a los 14 años Dios le manifestó que quería su corazón solo para Él.
Pese al gran afecto que tenía por su familia, Juanita decidió hacer los tres últimos cursos de estudio en régimen de internado, como medio de entrenamiento para la separación definitiva al descubrir su llamado a la vida contemplativa en las Carmelitas Descalzas de Los Andes.
Ingresó al convento el 7 de mayo de 1919 y adoptó el nombre de Teresa de Jesús con el propósito de “sufrir y orar” para mejorar y purificar al mundo.
Sin embargo, no alcanzó a vivir un año en el convento, pues murió el 12 de abril de 1920 de tifus y difteria.
Tras su muerte, sus compañeras carmelitas aseguraban que había entrado ya siendo una santa, puesto que su carrera hacia la santidad la comenzó mucho antes de ingresar al Carmelo, incluso antes de su Primera Comunión.
“Cristo, ese loco de amor, me ha vuelto loca”, solía decir la joven Teresa sobre su constante anhelo de configurarse con Él.
Según sus biógrafos, tuvo una vida normal pero colmada de una madurez capaz de integrar armoniosamente lo divino y lo humano, a través de la oración, los estudios, las tareas del hogar y el deporte, ya que destacaba en la natación y equitación.
Fue beatificada por San Juan Pablo II en Santiago de Chile el 3 de abril de 1987, y canonizada por el mismo Pontífice en Roma el 21 de marzo de 1993.
El milagro que permitió su canonización ocurrió el 7 de diciembre de 1988, cuando una alumna del Colegio Las Condes, Institución Teresiana, sufrió un grave accidente en el paseo de fin de año escolar.
Cuando se bañaba en la piscina del estadio del Banco Chile, Marcela Antúnez Riveros sufrió asfixia por inmersión. Fue sacada del agua después de al menos 5 minutos, cianótica y sin ningún signo vital.
Mientras la sometían a la prácticas de reanimación, dos apoderados y un grupo de alumnas pidieron fervorosamente la intervención de Santa Teresa de los Andes. Pese al diagnóstico de daño cerebral irreversible, la joven se recuperó rápidamente.
Después de tres días de hospitalización, Marcela salió de la Clínica Alemana sin la más mínima lesión cerebral, ni traumas y fue una alumna destacada en sus estudios.