Santa Liduvina tuvo una vida completamente fuera de lo común. Le tocó vivir con una grave enfermedad que la hizo sufrir por décadas, dejándola postrada y sufriendo un deterioro paulatino de sus capacidades físicas. Sin embargo, incontables gracias concedió el Señor a través de ella, gracias a su paciencia, su oración constante y, principalmente, a su corazón generoso, amante del Señor. La Iglesia Católica la considera patrona de los enfermos crónicos.
Liduvina vivió postrada en una cama desde los 15 años, y supo hacer de su sufrimiento una ofrenda de amor a Dios por la salvación de los hombres, en especial por quienes viven en pecado constante. Descubrió en ello un camino para dar fruto, sin lugar a dudas uno dificilísimo, uniéndose a la Pasión y Muerte de Cristo.
Esta Santa nació en Schiedam (Holanda) el 18 de abril de 1380, en el seno de una familia humilde. Sufrió un accidente a muy temprana edad que dañó severamente su columna vertebral, lo que le provocó diversas dolencias que se convirtieron en crónicas y que recrudecieron con el tiempo.
Pese a que se entristecía y se preguntaba por qué Dios permitía su sufrimiento, un día conoció a un buen sacerdote, nuevo párroco de su pueblo, el Padre Pott, quien le recordó que Dios siempre “ama más a los hijos que más hace sufrir”. El sacerdote también le obsequió un crucifijo, le pidió que siempre recuerde la Cruz y se compare con Cristo pues “debe ser que el sufrimiento lleva a la santidad”.
Después de un tiempo de angustias y dolores, Liduvina empezó a meditar en la Santísima Pasión del Señor, y le pidió que le diera valor y amor para sufrir como Él, por la conversión de los pecadores y la salvación de las almas.
Llegó a los 38 años sufriendo dolores terribles de la cabeza a los pies -además una llaga le fue destrozando la piel de la espalda-, pero habiendo conquistado una alegría serena, al saberse amada por el Buen Jesús. En sus últimos años se alimentaba a diario solo con la Sagrada Comunión, tal y como lo certifica un documento de 1421, firmado por las autoridades civiles de Schiedam, doce años antes de su muerte.
Dios le concedió a Liduvina los dones de predecir en ocasiones el futuro y de curar enfermos a través de la oración. Además, tenía éxtasis y visiones celestiales.
El 14 de abril de 1433, día de Pascua, la Santa se encontraba en una contemplación profunda y a través de una visión vió a Cristo administrándole el Sacramento de la Unción de los Enfermos. A los pocos minutos falleció, pero antes pidió que su casa se convirtiera en hospital para los pobres.
Al poco tiempo de su muerte, su tumba se convirtió en un lugar de peregrinaje y al año siguiente se construyó una capilla sobre esta.
El sacerdote franciscano Joannes Brugmann y el canónigo agustino Tomás de Kempis narraron la historia de su vida y difundieron con ello su devoción.
En 1615 sus reliquias fueron transportadas a Bruselas, pero en 1871 fueron regresadas a Schiedam. El 14 de marzo de 1890, el Papa León XIII aprobó su veneración. Su fiesta se celebra el 14 de abril.
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