El jueves es Eucarístico por dos grandes razones. La primera es que el Jueves Santo da inicio la celebración del misterio central de nuestra fe: la Pasión, Muerte y Resurrección de Jesús. Fue la noche del Jueves Santo que Jesús celebró con sus discípulos la Última Cena: tomó el pan, dio gracias, lo partió y se los dio diciendo: “Tomen y coman, este es mi Cuerpo, que será entregado por ustedes”. De igual manera, después de cenar, Jesús tomó la copa de vino y expresó: “Beban todos de ella, porque ésta es mi Sangre, Sangre que será derramada para el perdón de los pecados”. De esta manera Jesús quiso perpetuar su presencia entre nosotros de manera sacramental.
La segunda razón -y con la cual comenzó a consolidarse la costumbre de adorar especialmente en jueves a Jesús Eucaristía-, se debe a las apariciones de Jesús, en su advocación del Sagrado Corazón, a santa Margarita María de Alacoque, en el año 1673.
Mientras ella estaba en adoración frente al Santísimo Sacramento, tuvo el privilegio de recibir la primera aparición de Jesús. Nuestro Señor le pidió que todas las noches de jueves lo acompañara para rezar la plegaria que Él hizo al Padre antes de morir: “Padre, perdónalos porque no saben lo que hacen”.
Más adelante, la Iglesia decidió extender la exposición del Santísimo Sacramento a todo un día, desde el amanecer hasta el anochecer. Así como realizarla cada jueves en todos los templos. Fue de esta manera que se consolidó la costumbre de hacer los jueves Eucarísticos.
Así que, de manera especial en este día de la semana se realizan las llamadas Horas Santas. En ellas se expone al Santísimo Sacramento del Altar, y se adora a Jesús presente en la Eucaristía en Cuerpo, Sangre y Divinidad.