“La Iglesia, fiel a la acción y a las palabras de Jesús, ha mantenido siempre unida el cuidado de la salud con la exigencia de salvación”, lo escribe Roberto Colombo, profesor de la Facultad de Medicina y Cirugía de la Universidad Católica del Sagrado Corazón de Milán y miembro de la Academia Pontificia para la Vida, en un artículo publicado en el sitio web de la Iglesia Católica Italiana, en el que afronta la relación entre ciencia y fe a la luz de la emergencia sanitaria del Covid-19.
La enfermedad provoca el sentido religioso del hombre
El docente de la Universidad Católica del Sagrado Corazón de Milán señala que, la causa de la enfermedad que se está extendiendo en Italia y en otras partes del mundo, es un agente patógeno externo al hombre y pertenece a la familia de los coronavirus. “Cuando entra en contacto con nuestro cuerpo – afirma el profesor Colombo – este virus lo infecta y puede inducir desórdenes leves o graves, cuyas consecuencias pueden llevar, en algunos casos, a la muerte”. Para Roberto Colombo, la causa de esta enfermedad no es un misterio, sino que cuestiona el misterio de nuestra vida: su origen y su destino, que no dependen de nosotros últimamente, sino que están en manos de Otro. La enfermedad más allá de su dimensión física tiene su propia trascendencia, “la enfermedad es religiosa, porque provoca poderosamente – según su etimología – el sentido religioso del hombre: las cuestiones más radicales e ineludibles de la vida se inflaman cuando sentimos y tememos su precariedad”. Por esta razón, la enfermedad – más aún una epidemia – requiere ser abordada religiosamente.
“Ninguna urgencia o emergencia puede poner entre paréntesis esta evidencia original que no nos abandona – al contrario, nos presiona aún más – cuando ante nuestros ojos la enfermedad, el sufrimiento y la muerte aparecen y nos asustan”
Fe en la ciencia y ciencia de la fe
El profesor de Medicina y Cirugía precisa que, los científicos y los médicos recién están conociendo los efectos de la infección y el cuadro clínico del Covid-19, mientras aún está en curso la epidemia. El descubrimiento de los agentes infectivos de naturaleza microscópica lo debemos a las investigaciones científicas realizadas hace 150 años atrás por Louis Pasteur, un gran católico, de una fe robusta y un gran científico francés de lucida inteligencia. Esto nos ha llevado muchas veces a tener “fe en la ciencia”, una característica – según el profesor Colombo – del hombre de nuestro tiempo. Pero al mismo tiempo, esto nos abre a la “ciencia de la fe”, a la perspectiva de Dios, creador y amante de la vida. “Dimensiones y factores que no excluyen – afirma el catedrático universitario – sino que postulan la Presencia providente, aquella del Misterio Bueno que todo ha creado, todo sostiene y todo, últimamente, conduce al bien. Incluso el mal de la enfermedad, el sufrimiento y la muerte no es un ‘mal absoluto’ en el que Dios está ausente. Si Dios es Dios, «todo en todo», aquí también está presente y providente”.
“La fe pone las alas de la esperanza buena a la ciencia, lanzando su mirada más allá de los obstáculos cotidianos, y la ciencia permite a la fe caminar por la tierra sin tropezar con las rocas, caer y hacernos daño en las dificultades diarias”
Dios el centro de gravedad de dos fuerzas asimétricas
Asimismo, Roberto Colombo afirma que, cuando pasamos del conocimiento de patología a las cuestiones prácticas de la salud y la enfermedad, especialmente cuando una epidemia amenaza a nuestras comunidades, nuestro país y el mundo, existe la tentación de romper el hilo de la razón y el realismo que une la ciencia y la fe. “Estas dos fuerzas asimétricas tienen su centro de gravedad en Dios. Él creó la realidad física y espiritual del hombre, lo dotó de la inteligencia y del amor de ambas dimensiones de la realidad a través del ejercicio de la razón y el afecto, y lo redimió, arrancándolo del poder del mal y la muerte. Por esta razón, la ciencia y la fe no se excluyen ni se oponen, ni teórica ni prácticamente: se componen, se ‘ponen juntas’ al servicio del hombre y de la sociedad, de la vida eclesial y política, de los creyentes y de los no creyentes”.
El aislamiento de la ciencia y de la fe
Muchas veces, advierte el profesor universitario, la fractura de la unidad de la ciencia y la fe conduce al aislamiento de la ciencia de la fe y la fe de la ciencia, y a veces incluso a la evasión de una u otra. En el primer caso, cuando solo se “deposita la confianza en la ciencia” y se busca una salida “exclusivamente tecnológica”, se cierra el “espacio a la oración y a la confianza en Dios”, no se niega la existencia de Dios, pero es como si no existiera, se disuelve, y es como si todo dependiera de nosotros, “basta con seguir las indicaciones de las autoridades competentes y la conciencia se tranquiliza”. En el segundo caso, cuando se “censura la ciencia” en nombre de una “pureza de fe”, y uno se refugia exclusivamente en la oración e invoca a la Providencia, sin tener en cuenta las dimensiones de la vida personal y social, nos olvidamos de poner en las manos de Dios nuestra “libertad comprometida”, nuestras responsabilidades civiles y nuestra solidaridad y colaboración. No se niega la realidad del contagio viral, pero se actúa como si todo dependiera de Otro.

CCJ NOTICIAS

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