En un comunicado emitido el martes 2 de junio, el Consejo Permanente de la Conferencia Episcopal de Chile volvió a alzar la voz ante las graves consecuencias de la pandemia de Covid-19 sobre la vida y la convivencia social y pidió a los líderes del país que «se aparten intereses especiales para llegar a un acuerdo básico cuyo objetivo es redirigir los recursos del Estado para brindar el apoyo necesario a los que sufren y durante el tiempo que sea necesario».
Refiriéndose a la caída drástica de la actividad económica y al aumento sustancial del desempleo, que condujo a una fuerte disminución en los ingresos de sectores importantes, destacaron cómo el efecto de la pandemia va más allá del ámbito de la salud pública con consecuencias devastadoras para Una parte importante de la población.
«Los más pobres – se lee la declaración – a menudo tienen que soportar situaciones caracterizadas por la falta de alimentos y el hacinamiento en el hogar, situaciones que se agravan en el caso de los migrantes sin techo, trabajo o redes de apoyo, o en el caso de los ancianos que tienen miedo en casa de que no pueden salir. Esta crisis se intensifica con cada día que pasa y es posible predecir que continuará durante meses».
Si bien aprecia las medidas que se han adoptado, el Consejo Permanente considera «la generosidad de todos los chilenos para abordar con urgencia esta amenaza como un solo pueblo unido en solidaridad», ya que «el momento dramático que está experimentando el país requiere una mayor voluntad y altruismo».
«Chile – continúa el comunicado de prensa – espera, sobre todo de las autoridades políticas y los gerentes de la compañía, suficiente voluntad y compromiso para lograr un pacto social por el bien común que genere condiciones favorables para todos los habitantes de nuestro país, especialmente los más necesitados».
«Hacemos un llamamiento – agregan los obispos – urgentemente a todas las personas e instituciones que pueden apoyar, con recursos económicos y materiales, a través de la difusión y el voluntariado, las innumerables campañas de solidaridad que se están multiplicando en todo Chile».
Ahora, subrayan los prelados, lo primero que se debe hacer es asumir la responsabilidad personal de cuidarse a sí mismo y a los demás. “Respetamos el deber cívico de observar las normas y restricciones sanitarias impuestas por la autoridad, para el bien de todos. La vida y la dignidad de las personas siempre son lo primero». «Los que murieron a causa de esta enfermedad, continúan, sus familias, las personas infectadas y en riesgo, las familias que no tienen alimentos y una fuente de ingresos, son mucho más que números».
Al rezar «con cordial cercanía» por la pronta y completa recuperación de quienes padecen la enfermedad, los obispos expresan sus condolencias a las familias de los fallecidos, «rezan al Dios de la Vida para que los apoye en la esperanza» y, en conclusión, dan gracias a los trabajadores de la salud y los muchos funcionarios públicos, «que trabajan día a día en silencio, arriesgando sus vidas para ayudar a otros».