Los 150 años de la caída del poder temporal del Obispo de Roma: la actualidad de las palabras de Giovanni Battista Montini.

Los ciento cincuenta años de la brecha de Puerta Pía (la monumental puerta de la antigua muralla Aureliana de Roma, Italia), que marcó el fin del poder temporal del Papa y el colapso del Estado Pontificio, se dieron en un momento difícil y de gran incertidumbre para Italia que recuerda la toma de Roma el 20 de septiembre de 1870. Resentimientos ligados a la nostalgia temporal por un lado, y las reivindicaciones anticlericales por otro, no sólo son un legado anacrónico sino que hoy en día son los más alejados de los sentimientos compartidos por el pueblo italiano.

El análisis más lúcido, aunque dado hace casi sesenta años, sigue siendo el ofrecido en la víspera de la apertura del Concilio Ecuménico Vaticano II por el entonces Arzobispo de Milán, Giovanni Battista Montini, quien unos meses después sería elegido Papa bajo el nombre de Pablo VI. Era el 10 de octubre de 1962 y el Cardenal inauguraba en el Capitolio, una serie de conferencias sobre los Concilios.

Sobre la caída del poder temporal acaecido el 20 de septiembre de 1870, Montini dijo: «Parecía un colapso; y para el dominio territorial pontificio lo fue; y parecía entonces, y durante muchos años después, para muchos eclesiásticos y para muchos católicos que la Iglesia Romana no podía renunciar a él, y acumulando la reivindicación histórica de la legitimidad de su origen con la indispensabilidad de su función, se pensaba que el poder temporal debía ser recuperado, reconstituido. Y sabemos que fue el antagonismo que surgió entre el Estado y la Iglesia lo que confirmó esta opinión, por la que estaba tan preocupada y privada de sus fuerzas más conspicuas, las fuerzas católicas, la vida política italiana».

«Palabras conciliadoras – continuaba Montini, recordando la predicción de quienes estaban seguros de que el colapso del Estado Pontificio habría significado el fin del ministerio papal – pero seguidas de contrarios hechos severos, no sirvieron para tranquilizar al Papado que, privado, de hecho aliviado, del poder temporal, podía igualmente llevar a cabo su misión en el mundo; tanto más cuanto que la opinión pública en su contra estaba muy extendida en la convicción, e incluso en la triste esperanza, de que la laica institución pontificia caería, como cualquier otra institución puramente humana, con la caída del soporte terrenal sobre el que había apoyado sus pies durante tantos siglos, me refiero a su presencia política en el mundo y su independencia siempre mal defendida».

Sin embargo, el evento en Puerta Pía se reveló providencial. «La Providencia, ahora lo vemos bien – dijo Montini – había dispuesto las cosas de manera diferente, casi dramáticamente jugando en los acontecimientos. En efecto, el Concilio Vaticano I había proclamado hace algunos días la suma e infalible autoridad espiritual de aquel Papa que prácticamente perdía su autoridad temporal en aquel momento fatal… Como se sabe, fue entonces cuando el Papado reanudó con inusitado vigor sus funciones de Maestro de vida y de testigo del Evangelio, para elevarse a tales alturas en el gobierno espiritual de la Iglesia y en el resplandor moral sobre el mundo, como nunca antes».

CCJ NOTICIAS

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