Transparencia, honestidad, una relación de confianza entre las instituciones y los ciudadanos: estas son las formas de combatir la corrupción, que corre el riesgo de extenderse, especialmente ahora, en tiempos de pandemia de coronavirus. La delegación de la Santa Sede ante la OSCE (Organización para la Seguridad y la Cooperación en Europa), encabezada por Monseñor Janusz Urbańczyk, da la voz de alarma y hace un llamamiento a los países a la buena gobernance.
El vídeo conferencia preparatorio para el 28º Foro Económico y Medioambiental de la OSCE sobre «Promoción de la seguridad, la estabilidad y el crecimiento económico, anticipando y luchando contra la corrupción mediante la innovación, el aumento de la transparencia y la digitalización». Entre las intervenciones figura el de la delegación de la Santa Sede ante la Organización para la Seguridad y la Cooperación en Europa, que se centró en diversos aspectos de la lucha contra la corrupción, incluida la relación de confianza entre las instituciones y los ciudadanos. Debido a la pandemia de Covid-19 – se lee en la declaración del Vaticano – hemos visto cambios sociales, económicos y ambientales tangibles». Y requieren «a nivel personal, nacional e internacional, una mayor atención a la lucha contra la corrupción», que «representa una gran amenaza» porque «genera inestabilidad y se extiende a muchos aspectos de la dimensión económica y humana».
Corrupción: una herida que daña a todos
«Es innegable – continúa la declaración – que la corrupción, al ser una de las heridas más desgarradoras del tejido social, crea graves daños, tanto desde el punto de vista ético como económico. De hecho, da la ilusión de ganancias rápidas y fáciles, pero en realidad perjudica a todos, socavando la confianza mutua, ofuscando la transparencia y generando dudas sobre la fiabilidad misma de todo el sistema jurídico y social». De ahí la referencia a lo que el Papa Francisco dijo el 18 de marzo de 2019, en su Audiencia con funcionarios del Tribunal de Cuentas, recibidos en el Vaticano: «La corrupción degrada la dignidad del individuo y destroza todos los ideales buenos y hermosos. La sociedad en su conjunto está llamada a comprometerse de forma concreta en la lucha contra el cáncer de la corrupción en sus diversas formas».
Prioridad en la acción gubernamental
Por lo tanto, quienes forman parte de la administración pública – es el llamado de la Santa Sede a la OSCE – tienen el deber crítico de operar con transparencia y honestidad, fomentando así una relación de confianza entre los ciudadanos y las instituciones. El colapso de esta confianza es, de hecho, una de las manifestaciones más graves de la crisis de la democracia. Al mismo tiempo, la delegación del Vaticano dice que es consciente de que «ante una crisis sanitaria sin precedentes, la prioridad de los gobiernos es, por supuesto, la protección de la salud y la seguridad». Sin embargo, son precisamente las acciones de los organismos de represión y la respuesta al virus Covid-19 las que «pueden exponer a posibles riesgos y oportunidades de corrupción e infracciones de los reglamentos de aplicación de la ley». Especialmente en esta época de pandemia, por lo tanto, «es necesario mantenerse alerta».
La pandemia como una oportunidad
Por último, la Santa Sede reflexiona sobre el hecho de que, «aunque representa un desafío para toda la comunidad internacional, la emergencia mundial del Covid-19 también podría brindar una verdadera oportunidad» de «buscar soluciones nuevas e innovadoras para combatir la corrupción». Se espera que tales soluciones «no sean divisorias, politizadas o parciales, sino que busquen verdaderamente el bien común y el desarrollo humano integral de todos».