Presente en Lourdes para presidir las celebraciones de la Solemnidad de la Asunción, el cardenal Pietro Parolin se reunió el pasado sábado con los Agustinos de la Asunción, que están en el origen de la peregrinación nacional y que celebran este año el 175º aniversario de su fundación.
Con ocasión de la celebración del 175 aniversario de la fundación de los Agustinos de la Asunción, el Cardenal Parolin, Secretario de Estado de la Santa Sede, desarrolló una reflexión sobre el «cambio de mentalidad pastoral» que debe guiar en adelante la evangelización de nuestras sociedades.
Hace 175 años, el Venerable Manuel d’Alzon fundó la familia de los Agustinos de la Asunción, asignándole «objetivos apostólicos» a través de la educación, la formación del clero, la organización de peregrinaciones en grupo y la creación de periódicos y revistas que pudieran ayudar en la formación de la opinión pública católica.
El cardenal Parolin distingue «un vínculo», «un hilo conductor» entre la época de esta fundación y «nuestra vida cotidiana contemporánea», a saber, «el fin del régimen del cristianismo que caracterizó de diversas maneras la historia a partir del siglo IV». El Padre d’Alzon, nacido inmediatamente después de la Revolución Francesa, vivió en un mundo cambiante, señala el Secretario de Estado, quien subraya que este cambio no ha terminado. «También nosotros formamos parte de un mundo en el que el cristianismo de nuestra infancia, adolescencia y juventud (…) ha dado paso a una verdadera transformación antropológica cuyos resultados finales estamos lejos de ver.LEA TAMBIÉN15/08/2020
Un nuevo comienzo
Ante tal situación, hay dos tipos de comportamiento: «suspirar por el «bello pasado» que ya no existe; o ponerse en marcha para sembrar los procesos de un nuevo comienzo». La presencia de los Agustinos de la Asunción testimonia todavía hoy la elección del Padre d’Alzon, que no se implicó en un arrepentimiento del pasado, sino que se esforzó por ponerse en marcha, «para que el fin se convierta en un nuevo comienzo». Es precisamente este discernimiento, que el Papa Francisco, a su vez, preconizó, el que permite hoy a los Asuncionistas encontrarse «en el corazón mismo de la Iglesia no como un ‘grupo de profesionales’, sino como una ‘familia de hermanos’; no como una ONG -diría el Papa Francisco- sino como una verdadera comunidad de fe, que en la fe espera y prepara pacientemente su glorioso retorno».
«La historia de la Iglesia y la historia de vuestra familia religiosa es una historia de corazones: de seres humanos concretos que, llevados por la belleza de la Palabra a la belleza de la libertad que sabe decir «Aquí estoy», se hacen capaces de construir la sinodalidad. El corazón de la Iglesia y el corazón de los creyentes, de hecho, alcanzan su mutua madurez cuando son capaces de comprometerse junto con otros y para otros. Por otra parte, la primera y fundamental forma de justicia evangélica es hacer espacio para el otro siguiendo a aquel que ha hecho espacio para nosotros en él, convirtiéndose en uno de nosotros», enfatizó además el Cardenal Parolin.
Cambio de mentalidad pastoral
Es precisamente en la fuerza de esta «justicia evangélica» que los creyentes están llamados a habitar lo «provisional» inherente al cambio de época, «con audacia y sin angustia», «sin renunciar a tener claros los puntos clave que nos impiden ser «veletas al viento», cambiar de dirección sin saber por qué, sometiéndonos al viento del momento, cuando todo lo demás es el Soplo del Espíritu».
La división de un mundo en dos áreas distintas, una cristiana y otra para ser evangelizada, es obsoleta. El Papa Francisco, citado por el cardenal Parolin, lo expresó claramente en su último discurso de votos a la Curia (21 de diciembre de 2019): «Las poblaciones que aún no han recibido el anuncio del Evangelio ya no viven sólo en los continentes no occidentales, sino que se encuentran en todas partes, especialmente en las enormes concentraciones urbanas que requieren, en sí mismas, una atención pastoral específica. En las grandes ciudades necesitamos otros «mapas», otros paradigmas, que nos ayuden a reposicionar nuestras formas de pensar y nuestras actitudes: hermanos y hermanas, ya no estamos en el cristianismo, ¡ya no lo estamos! Hoy en día ya no somos los únicos en producir cultura, ni los primeros, ni los más escuchados. Por lo tanto, necesitamos un cambio de mentalidad pastoral, lo que no significa pasar a un enfoque pastoral relativista. Ya no estamos en un régimen de cristianismo porque la fe -sobre todo en Europa, pero también en gran parte de Occidente- ya no es un presupuesto evidente de la convivencia; peor aún, a menudo incluso se niega, se burla, se margina y se ridiculiza […]».
Una evangelización anclada, libre de todo interés
Para el cardenal italiano, el hecho de que ya no seamos «los únicos en producir cultura, ni los primeros, ni los más escuchados» nos libera de los «mecanismos perversos» de una concepción «líquida» del mundo. El cristiano sucumbe a esto cuando busca complacer o seducir. La evangelización no es la seducción del prójimo, sino el servicio al prójimo en la verdad», nos recuerda el Cardenal Parolin.
Esta condición de minoría también libera al evangelizador de todos los intereses; el evangelizador no debe tener otros intereses que los de Cristo, que lo hacen «humilde y desinteresado».
La marginación de Dios nos permite finalmente meditar «sobre el último lugar que Él ha elegido para Él y sus testigos»; «esta es la verdadera «reserva de gracia» que impide la idolatría y hace activa en las complejas áreas del diálogo ecuménico e interreligioso», observa además el Secretario de Estado. Asimismo, «sólo un Dios marginado, negado y ridiculizado es capaz de hacernos solidarios con los pobres y excluidos de este mundo; y con la misma «casa común» que es nuestro planeta, herido por sistemas económicos rapaces y organizaciones criminales».