La emergencia sanitaria del COVID-19 ha obligado a las escuelas de todo el mundo a cerrar sus puertas, privando a los jóvenes de un lugar seguro para crecer. Pero la Iglesia está en primera línea en la protección del derecho a la educación para que no se les robe del futuro

Aulas cerradas, pasillos silenciosos, patios vacíos. Sin voces ruidosas, sin risas, sin mochilas para colorear los escritorios y las sillas. La pandemia de COVID-19 ha pintado muchos escenarios sombríos, pero el de la escuela, quizás, es el mayor de todos. El cierre de las instituciones educativas, de hecho, en cumplimiento de las normas anti-contagio, ha privado a más de mil millones de menores, en todo el mundo, «de un lugar seguro en el que puedan crecer y construir un futuro», tal como se subraya en el número semanal del Boletín sobre las personas vulnerables y frágiles en movimiento en la era de COVID -19, editado por la Sección migrantes y refugiados del Dicasterio para el Desarrollo Humano Integral.

Los niños refugiados son los que corren más riesgo

«La educación es un derecho fundamental que abre la posibilidad de ejercer otros derechos, se afirma. Por ello, es importante que esté siempre accesible y garantizada para todos». De ahí el compromiso que han asumido diversos organismos eclesiales, en diferentes partes del mundo, para permitir que los niños continúen sus estudios con regularidad, a pesar de la emergencia sanitaria. La atención se ha centrado, en particular, en los menores refugiados, que son los que corren mayor riesgo de abandonar la escuela, así como de sufrir abusos. De los más de cuarenta millones de personas en todo el mundo que son víctimas de la esclavitud, el trabajo forzoso o la violencia, uno de cada cuatro es un niño.

Australia: lucha contra el trabajo infantil

Para contrarrestar este dramático escenario, un primer ejemplo virtuoso proviene de Australia, donde la educación católica de Melbourne, en colaboración con la arquidiócesis local y los religiosos católicos australianos contra la trata de seres humanos, han desarrollado un conjunto de recursos para ayudar a las escuelas a crear un entorno libre de esclavitud. El kit ofrece orientación específica sobre dónde comprar té, café, chocolate y otros productos que no procedan de la explotación de niños o adultos que trabajen en la esclavitud. En el Boletín se lee:

“Al decidir comprar sólo productos certificados, no de esclavitud podemos ayudar a erradicar el trabajo infantil, el trabajo forzado y la trata de personas para hacer una diferencia en este mundo”

Burundi: igualdad de acceso a la educación y justicia social

Otros dos testimonios proceden de África: el primero es de Burundi, donde la ONG jesuita «Entreculturas» ha puesto en marcha un proyecto para fomentar la igualdad de acceso a la educación y la justicia social. Por lo tanto, en febrero se inició un programa educativo, a nivel primario y secundario, para más de quince mil estudiantes refugiados congoleños. Se explica en el Boletín:

“Teniendo en cuenta que una persona desplazada por la fuerza pasa un promedio de diecisiete años en un campo de refugiados, es evidente que el derecho fundamental a la educación no puede negarse durante tanto tiempo”

Y se añade que el proyecto fue posible gracias a la participación de los propios estudiantes que, junto con sus maestros, padres y el personal de apoyo de los campamentos de refugiados, establecieron el curso de acción a seguir, estructurándolo en tres áreas: la protección del derecho a la educación, la necesidad de salvaguardar el bienestar emocional de los jóvenes refugiados y la igualdad entre los géneros, a fin de fomentar también la educación de las estudiantes.

La educación salva vidas presentes y futuras

El proyecto se desarrollará en tres fases: la primera, ya finalizada, se dedicó a la construcción de aulas seguras para que los niños puedan asistir a la escuela con total tranquilidad. Entre otras cosas, esta fase también dio lugar a la generación de ingresos para la población local, a menudo agobiada por las dificultades a causa del desempleo. La segunda etapa del programa tiene por objeto mejorar la enseñanza en las aulas y proporciona formación a los maestros y apoyo específico a los alumnos con dificultades de aprendizaje. La tercera etapa de este proyecto, finalmente, comenzará en el año 2021 y verá el fortalecimiento de los lazos familiares de cada estudiante, con la participación directa de los padres en la educación de sus hijos. En el Boletín del Dicasterio se subraya:

“La educación salva vidas presentes y futuras y es esencial que se sitúe en el centro de la respuesta humanitaria a una crisis o situación de emergencia”

Kenia: becas universitarias para jóvenes refugiados

El segundo ejemplo de África se refiere a Kenia, donde el Servicio Jesuita a Refugiados (JRS) ha puesto en marcha becas para que los refugiados vulnerables tengan acceso a la educación universitaria. Mediante esta iniciativa, diseñada en colaboración con, entre otros, la Universidad de Southern New Hampshire de los Estados Unidos, el JRS trata de ofrecer a veintiún jóvenes «protección, oportunidad y participación» social. El programa de licenciatura apoyado por la beca es un curso de cuatro años en «Comunicación y Administración de Empresas»; abierto a personas de todas las edades y creencias, y está precedido por una pasantía de tres meses, en presencia o a distancia. Por último, el JRS facilita un servicio de tutoría para los estudiantes y un sistema de contactos con el mundo laboral, para garantizar a los nuevos graduados un mayor acceso al empleo.LEA TAMBIÉN16/12/2020

Papa Francisco: «La educación es un acto de esperanza»

Hay que recordar que la importancia de la educación está en el corazón del video mensaje del Papa dirigido hoy a los participantes en la reunión, en la Ciudad del Vaticano, para lanzar la Misión 4.7 y el Pacto Mundial sobre la Educación. Entre otras cosas, Francisco dijo:

“La educación es siempre un acto de esperanza que, desde el presente, mira al futuro, para que podamos superar la actual globalización de la indiferencia y la cultura del descarte, dos grandes males de nuestra cultura”

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